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lunes, 12 de septiembre de 2016

La Colmena: Una cooperación para desarrollarse

Ahora en La Colmena es la época final de las mandarinas, citrus en general, naranjas, pomelos, pero se están preparando para noviembre para la temporada de duraznos y ciruelas, en diciembre llegan las uvas y también las sandías y melones japoneses.

“Tenemos un local en el Mercado de Abasto en Asunción, pero la verdad que no sabemos a dónde precisamente llega nuestra producción”, cuenta Nelson Tomoyoshi Negisi, presidente de la Asociación Cultural Paraguayo Japonesa a propósito del proyecto de desarrollo que con fondos de la Agencia de Cooperación de Japón (JICA) se desarrolla en la comunidad.

En el trabajó Mitsuteru Wadatani, oriundo de Himeji en Hyogo, una ciudad de más de medio millón de habitantes que se mueve a un febril ritmo urbano. Sin embargo, este joven japonés está queriendo radicarse en La Colmena. “Me gusta la tranquilidad, me gusta cómo se vive aquí, además me especialice en Desarrollo Comunitario y mi voluntad es ayudar”, cuenta.

Temporalmente a cargo de la coordinación de la visita de la princesa Mako, Mitsuteru siente que hay mucho por hacer en estas tierras que aprendió a hacer propia.

“Nos vestíamos con telas de bolsas de harina”

Tenía un año y seis meses cuando llegó a La Colmena, primogénita de un matrimonio que luchó desde el principio por hacerse un lugar en aquella selva indómita. “Mi papá lo primero que hizo fue un ranchito, allí vivíamos, después recién se hizo una casa”, recuerda Junko Seki (81), una de las dos pioneras que todavía viven en el pueblo. La otra es su cuñada Toshiko, quien tiene 88 años y que casi no habla español.

Se hace tiempo para cuidar sus plantas y sus viñedos y vive sola en la casa grande que construyeron con su marido, acompañada de su perro “Nicolás Leoz”.

Revisa sus primeros recuerdos, travesuras sobre un mba’ysyvo, el árbol de tártago que acompaña las viviendas en la campiña Paraguay. La lágrimas discurren en sus mejillas cuando recuerda el esfuerzo de sus padres.

“No teníamos donde comprar telas, había que ir hasta Villarrica y no siempre se tenía plata, así que mi mamá nos hacía unos vestidos con las telas de las bolsas de harina, ella misma tenía un vestido de esa tela a la que no se le borraba la marca”, cuenta emocionada.

La mayor de 8 hermanos que se hicieron en la chacra, madre de 3 hijos que se hicieron profesionales. “Mi hijo mayor es ingeniero agrónomo, viene los fines de semana a ayudarme con la uva y nuestras plantaciones”, dice.

“Sigo soñando con estudiar medicina”, dice con una sonrisa limpia, Junko, y recuerda que fue imposible para ella, que fue agricultora, que junto a su marido hicieron algodón, trigo, soja, “criamos gusanos de seda, tomates, frutales, viñedos”, una vida de trabajo. Ahora se alegra de poder estar en contacto con el mundo gracias a “la tele”.


Los chicos ensayan la emotiva canción con que recibirán a la princesa Mako.
Viajó a Japón becada por tres meses en 1986 y según cuenta “a la semana me quería volver al Paraguay a comer puchero con mandioca”, dice risueña. Lamenta no hablar el guaraní: “Mi papá nos prohibió porque decía que no íbamos a aprender el español”, cuenta. De hecho es así, la mayoría de los descendientes de japoneses hablan mejor el guaraní que el español, la lengua de la tierra convive con la de sus ancestros.

Seki es también una gran florista, sus azaleas, su árbol de camelias, sus orquídeas, engalanan el portal de su casona.

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