Festejo nacional ante la desazón plena de Claudio Bravo.
El “Rey” desvió en propia puerta cuando Oscar Romero metía un centro de tiro libre, para dar la ventaja a una Albirroja que por entonces empezaba a inclinar la balanza a campo local.
Después llegaría el turno de Víctor Cáceres, quien tras una veloz corrida de Romero definía con tiro cruzado desde el carril izquierdo a los 54’.
Chile estaba estupefacto. Con la sangrante herida que le causaron los inesperados goles fue al ataque, Juan Antonio Pizzi introdujo cambios apostando a la velocidad pero Paraguay nunca perdió el ensamble, y esa fue una de las claves para sacar rédito.
De hecho, cuando encajó el primero, la Roja fue con todo al frente tratando de encontrar el equilibrio, pero en ese arrojo se desordenó por momentos y la marca guaraní emergió aplicada.
Faltaba la rúbrica al buen trabajo táctico. Como para asegurar la noche, Richard Ortiz, también lanzado por el borde izquierdo sacó un disparo sesgado que Claudio Bravo no pudo detener, para pintar la cara a los trasandinos, quienes con ese gol empezaron a vaciar el Arellano.
Si de destaques se trata, la Albirroja mostró una de sus mejores caras en toda la Eliminatoria. Fue tal vez su más resonante partido y no sólo por la magnificencia del margen logrado, sino porque se notó superioridad y una asombrosa fortaleza física.
Jamás cayeron en repliegue. Cuando Arce notó que algunas piezas claves estaban bajando los decibeles hizo cambios acertados y fue para él también una de sus mejores noches.
Ahora, si hay algo que lamentar sería el tardío despertar. Hay tiempo, es cierto pero surge la pregunta de si por qué no se jugó ya así antes para no sufrir con la calculadora y depender de un fallo, cuando la realidad consistía en ser tan grandes como lo fueron hoy. Tan grandes sin ser bi campeones de América de seguido…
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