El pederasta y asesino Marc Dutroux. Foto: sudinfo.
En una entrevista concedida a los periódicos del grupo Sudpresse, Jeannine, de 80 años, reflexiona sobre los motivos por los que su hijo terminó convirtiéndose en un delincuente, y concluye que su deriva fue debida a “la ausencia de un padre”.
“Victor Dutroux, el padre de Marc, siempre estuvo ausente en la educación de nuestros cinco hijos. Durante el juicio el dio a entender que quizá no era el padre de Dutroux. Es una vergüenza que lo dijera. Yo no tengo miedo de decir que fui yo quien trajo al mundo a ese niño”, afirma.
La madre del pederasta, exmaestra, asegura que le educó como a sus otros cuatro hijos.
“Sólo me pregunto una cosa: ¿por qué se ha convertido en eso, cuando le he educado como a sus cuatro hermanos y hermanas?. Pero para mí, este chico un poco rebelde y provocador necesitaba mano dura. Le ha ido mal debido a la ausencia de un padre”, señala.
La madre del pederasta asegura además que para ella su hijo “está enterrado en la prisión de Nivelles” y que le ha “borrado” de su memoria.
La mujer recuerda el tremendo rechazo que le produjo enterarse de los hechos cometidos por su hijo.
“Secuestraba a niñas, las violaba y les daba caramelos antes de ponerlas en libertad”, dice con horror la madre, que añade haberse sentido sorprendida y “encolerizada” al descubrir lo jóvenes que eran las chicas.
De la estancia de su hijo en prisión afirma que “al menos él no debe pensar en lo que tiene que hacer para comer mañana o cómo se va a vestir”, necesidades que en la cárcel ya tiene cubiertas.
“Si le soltáis, corre el riesgo de volver a empezar”, afirma.
Sobre Michèle Martin, la ex mujer de Dutroux, Jeannine dice, sin embargo, que hay que dejar que viva su vida.
“Él es diferente porque es peligroso. Nunca ha reconocido haber hecho nada malo. Nunca se ha arrepentido”, añade.
Dutroux, que se ganó en los años noventa el apodo de “enemigo público número uno” de Bélgica, fue detenido hace casi 20 años y condenado a cadena perpetua sin atenuantes por el secuestro y violación de seis niñas y jóvenes de entre 8 y 19 años, de las que cuatro fueron asesinadas.
Su exesposa fue condenada en 2004 por haber participado en el secuestro de varias de las víctimas y por haber dejado morir de hambre a dos de ellas, de 8 años, encerradas en un escondrijo subterráneo en la casa de la pareja en Charleroi, ciudad situada en el sur del país.
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