“Teniendo en cuenta lo que representa, un sacerdote, cura párroco de una iglesia que él mismo levantó, hizo reavivar esa parroquia, pero cometió una conducta grave que echó por tierra todo ese esfuerzo, y se aprovechó de la inocencia de estos chicos que colaboraron con el él la parroquia, en la celebración de la eucaristía. Como presidente del tribunal, en lo personal, digo: las mismas manos que consagran el cuerpo y la sangre de Cristo en la celebración eucarística, fueron las mismas manos que ultrajaron gravemente a los chicos”, dijo el presidente del Tribunal, Héctor Capurro, antes de dar a conocer la condena, informó Perla Silguero, periodista de ABC Color.
Durante el juicio las fiscalas Clara Ruiz y Cinthia Espínola comprobaron que el cura de la Iglesia Católica abusó en reiteradas ocasiones de sus víctimas en el año 2013, cuando los menores de 12 y 13 años en aquél entonces. Los mismos eran monaguillos y asistían a las clases de catecismo de la parroquia Divino Espíritu de San Vicente, Asunción.
El acusado, tras ganarse la confianza, los sentaba en su regazo, les manoseaba los glúteos y los órganos genitales, los besaba y hacía que le tocaran a él. Esto produjo el alejamiento de los chicos de asistir a la iglesia y al catecismo de ambos niños, refiere parte de la conclusión de la investigación.
Otra importante arista que quedó comprobada es que los abusos no ocurrían solo en la clandestinidad, sino que también a la vista de otras personas. Según las pruebas, los dos chicos eran sentados en el regazo del cura Arévalos Pedrozo y éste les decía que les confesara sus pecados al í}oído, mientras éste les acariciaba las piernas. Las confesiones en la referida iglesia se realizaban siempre a puertas abiertas, por lo que queda demostrado que esta conducta era desmotrada en público.
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