Sábado por la noche. La familia Guillén acaba de despedir a algunas visitas con las que habían compartido una cena en su domicilio en el barrio Obrero de Ciudad del Este.
Luego de despedir a quienes se retiraban, regresaron a la sala para compartir algunos minutos más con su comadre. Eran aproxidamente las 23:15 cuando la hija de la familia avisó a Víctor Guillén Bernal que iría a comprar más gaseosas con su novio.
Cuando se retiraron del lugar, la joven no cerró del todo el portón.
Instantes después, dos desconocidos a bordo de una moto llegaron hasta la casa y aprovecharon el descuido. Ingresaron a la sala y a punta de pistola dieron aviso de que un asalto estaba en desarrollo.
En conversación con la prensa, Guillén Bernal relata que los asaltantes fueron -dentro de todo- amables. “Esto es un asalto señora, tranquilícense y entreguen todo lo que tienen”, dijo el asaltante.
Eran dos hombres, uno llevaba casco y otro tenía puesta una capucha. El hombre con casco llevaba un arma de fuego, pero ni siquiera mostró intención de utilizarla como amenaza durante los primeros minutos.
Uno de los asaltantes hizo que el dueño de casa se levantara del sofá en el que habían hecho sentar a todos los presentes.
Guillén Bernal tuvo que llevar al malviviente a través de un pasillo hasta su dormitorio. Una vez adentro, el delincuente le exigió que abriera el ropero de la habitación y entregara todo el dinero que tenía.
Como el hombre tardaba en cumplir con sus órdenes, el malviviente se mostró ansioso y terminó golpeándole con la culata del arma de fuego en la cabeza.
Unos 200 dólares, G. 200.000 fue el dinero que pudieron llevar en efectivo. Además, los malvivientes se alzaron con una notebook y seis teléfonos celulares.
Mientras todo esto ocurría, la hija de la familia y su novio regresaban a la casa. A la joven le pareció extraño que una moto estuviera estacionada a la entrada de la casa a esas horas.
“Esperá nomás, voy a mirar bien”, le respondió su pareja. Por el espacio de la puerta de la sala entreabierta el muchacho vio la figura de un hombre con casco.
Enseguida bajó de su camioneta y cerró el portón de la casa. Los malvivientes quedaron encerrados en el domicilio. “Jaha arma”, apuró uno de ellos. Viendo que la vía de salida estaba cerrada, decidieron tratar de pasar por encima de la muralla, lo que solo uno consiguió.
El asaltante que quedó adentro, con arma en mano, se dio la vuelta y miró a Guillén que decidió rápidamente abrirle el portón automático.
Los malvivientes se subieron a la motocicleta y cuando trataban de huir, el yerno de don Víctor los golpeó con su camioneta, tumbándolos junto a su biciclo.
Uno de ellos salió corriendo, el otro, tras varios intentos fallidos, consiguió arrancar la motocicleta y darse a la fuga.
El joven que había dado una vuelta a la manzana se topó con que los malvivientes habían conseguido huir y decidió seguirlos. Seis cuadras después, los volvió a alcanzar. Esta vez la moto quedó tirada en el piso.
Ante los reclamos de su pareja, el joven decidió dejar de seguir a los malvivientes y volver a su domicilio para ver cómo se encontraba la familia.
Dieron aviso a la policía. Efectivos de la Comisaría 3ª llegaron hasta el lugar.
Luego de algunos minutos, los efectivos le dijeron a Guillén que debía acompañarlos para radicar su denunciar . “¿No podría ser mañana? Ahora no estoy en condiciones”, preguntó. Pero los policías insistieron en que los acompañara.
Así, a las 02:00, golpeado y “con los nervios de punta”, el hombre se vio sentado en un salón de la Comisaría para presentar su denuncia.
Una vez allí, un oficial lo reconoció. Apenas dos meses antes el mismo hombre había conseguido dar con un ratero que intentó ingresar a su casa y se lo entregó a la Policía. El malviviente era un hombre sobre el que pesaba orden de captura desde hacía tres años.
Decidió preguntar qué había ocurrido con aquél hombre. “Ya se le largó ya otra vez”, le reconocieron.
Tratando de dejar de lado la rabia que sentía, consultó cuál sería el siguiente paso para buscar a quienes habían irrumpido en su casa aquella noche. Guillén recuerda que como respuesta obtuvo solo el silencio de los efectivos policiales.
“Las autoridades son las que realmente tienen la responsabilidad de invertir más en seguridad. Si no se invierte en seguridad entonces vamos a seguir en las mismas condiciones. Lo mismo pasa con educación y salud”, se lamentó.
“Gracias a Dios estamos vivos para poder contar. Lo que se llevaron no duele tanto, lo que da rabia es la inacción de las autoridades”, sentenció.
Abc
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