- Casi 90.000 personas permanecen desplazadas de sus casas desde hace dos meses en Asunción, la capital de Paraguay, donde un total de 220.000 habitantes reciben asistencia del Gobierno tras sufrir el embate de las inundaciones que afectan a varias regiones del país.
Tanto la Secretaría de Emergencia Nacional (SEN), que coordina las ayudas a los damnificados, como las ONG que les auxilian, destacan que el saneamiento y el acceso al agua son las principales carencias de la gente que se hacina en los 126 asentamientos diseminados por la ciudad desde que el río Paraguay comenzó a subir.
Miles de casetas hechas por los propios damnificados con chapas de zinc y finos tablones de madera que les entregan las autoridades han ido apareciendo en las aceras de avenidas y en las plazas céntricas de la capital, incluso frente al edifico del Congreso.
“Necesitamos mejorar estos lugares, necesitamos un techo digno si no vamos a poder volver a casa”, dijo a Efe Pánfilo Ayala, de 43 años y padre de cuatro hijos que han marchado con su madre al interior del país para refugiarse en casa de unos familiares.
Ayala se dedica al reciclaje de basura en Cateura, el vertedero municipal de la ciudad, una de las zonas más afectadas por los 7,38 metros que llegó a alcanzar el río el 10 de julio y que se ha reducido lentamente a los 7,16, aún muy por encima de su cota habitual.
En este barrio en el que sus 3.000 habitantes viven directamente del trabajo del basurero, la mayor crecida del río Paraguay en veinte años se ha tragado sus casas, escuelas, tiendas y calles.
“No podemos irnos porque la mayoría trabajamos aquí en el vertedero”, aseguró Ayala desde el precario campamento donde ahora vive, montado a pocos metros de las montañas de residuos malolientes que decenas de camiones traen sin cesar.
Según dijo a Efe el responsable de la Secretaría de Emergencia de Paraguay (SEN), Joaquín Roa, “en Asunción ya no debería moverse la cifra” de desplazados.
Roa aseguró que el descenso del río está produciendo un efecto de alivio en la población: “pero aun no tenemos familias que puedan retornar debido a las condiciones de como se encuentran sus hogares en Asunción”, añadió.
“A todos nos hacen falta muchas cosas, por ejemplo, colchones, abrigos, tenemos muchos chicos que están sin calzados. Nos dan la mitad de lo que necesitamos. Con siete u ocho chapas una familia no construye una casa, como mucho un baño”, se quejó Ayala.
“Hace falta mucha ayuda y agua. Se nos vino el frío y esperemos que no vuelva a llover, se mete por todos lados”, dijo a Efe Victoriana Ruiz Díaz, de 70 años.
La anciana se refugia con su hija y sus cuatro nietas en el mismo asentamiento que Ayala, pero en una casetita de maderas con dos camas y algunos plásticos para cubrir el techo, justo enfrente de su casa de ladrillo sumergida en el río.
Algunos de los damnificados intentan retornar a su actividad laboral abriendo sus tiendas de alimentos o peluquerías, pero la mayoría se debe dedicar continuamente a mejorar su alojamiento o procurar comida y agua.
Perros callejeros, alimañas y agua estancada conforman una estampa común en varios de los asentamientos por donde corretean los aproximadamente 50.000 niños y adolescentes desplazados en Asunción.
“La falta de saneamiento puede afectar al estado de salud de las personas”, explicó a Efe la jefa del departamento de Respuesta de Desastres de la Cruz Roja Paraguaya, Ariana Bernal, organización que auxilia a unas mil familias en Asunción y otras mil en el departamento de Ñeembucú, otro de los más afectados del país.
“Por otro lado, el clima no ayuda mucho sobre todo por las lluvias, pues afecta a la salubridad y al estado anímico de las personas”, añadió.
Bernal destacó que los niños se ven obligados a estar encerrados en pequeños espacios fuera de su casa y su entorno lo que “crea una tensión” que se transforma en agresividad.
Otra parte de la población vulnerable, recordó la especialista de Cruz Roja, son las madres solteras, la tercera edad y las personas discapacitadas que dependen del apoyo comunitario.
Fuente: HOY
Miles de casetas hechas por los propios damnificados con chapas de zinc y finos tablones de madera que les entregan las autoridades han ido apareciendo en las aceras de avenidas y en las plazas céntricas de la capital, incluso frente al edifico del Congreso.
“Necesitamos mejorar estos lugares, necesitamos un techo digno si no vamos a poder volver a casa”, dijo a Efe Pánfilo Ayala, de 43 años y padre de cuatro hijos que han marchado con su madre al interior del país para refugiarse en casa de unos familiares.
Ayala se dedica al reciclaje de basura en Cateura, el vertedero municipal de la ciudad, una de las zonas más afectadas por los 7,38 metros que llegó a alcanzar el río el 10 de julio y que se ha reducido lentamente a los 7,16, aún muy por encima de su cota habitual.
En este barrio en el que sus 3.000 habitantes viven directamente del trabajo del basurero, la mayor crecida del río Paraguay en veinte años se ha tragado sus casas, escuelas, tiendas y calles.
“No podemos irnos porque la mayoría trabajamos aquí en el vertedero”, aseguró Ayala desde el precario campamento donde ahora vive, montado a pocos metros de las montañas de residuos malolientes que decenas de camiones traen sin cesar.
Según dijo a Efe el responsable de la Secretaría de Emergencia de Paraguay (SEN), Joaquín Roa, “en Asunción ya no debería moverse la cifra” de desplazados.
Roa aseguró que el descenso del río está produciendo un efecto de alivio en la población: “pero aun no tenemos familias que puedan retornar debido a las condiciones de como se encuentran sus hogares en Asunción”, añadió.
“A todos nos hacen falta muchas cosas, por ejemplo, colchones, abrigos, tenemos muchos chicos que están sin calzados. Nos dan la mitad de lo que necesitamos. Con siete u ocho chapas una familia no construye una casa, como mucho un baño”, se quejó Ayala.
“Hace falta mucha ayuda y agua. Se nos vino el frío y esperemos que no vuelva a llover, se mete por todos lados”, dijo a Efe Victoriana Ruiz Díaz, de 70 años.
La anciana se refugia con su hija y sus cuatro nietas en el mismo asentamiento que Ayala, pero en una casetita de maderas con dos camas y algunos plásticos para cubrir el techo, justo enfrente de su casa de ladrillo sumergida en el río.
Algunos de los damnificados intentan retornar a su actividad laboral abriendo sus tiendas de alimentos o peluquerías, pero la mayoría se debe dedicar continuamente a mejorar su alojamiento o procurar comida y agua.
Perros callejeros, alimañas y agua estancada conforman una estampa común en varios de los asentamientos por donde corretean los aproximadamente 50.000 niños y adolescentes desplazados en Asunción.
“La falta de saneamiento puede afectar al estado de salud de las personas”, explicó a Efe la jefa del departamento de Respuesta de Desastres de la Cruz Roja Paraguaya, Ariana Bernal, organización que auxilia a unas mil familias en Asunción y otras mil en el departamento de Ñeembucú, otro de los más afectados del país.
“Por otro lado, el clima no ayuda mucho sobre todo por las lluvias, pues afecta a la salubridad y al estado anímico de las personas”, añadió.
Bernal destacó que los niños se ven obligados a estar encerrados en pequeños espacios fuera de su casa y su entorno lo que “crea una tensión” que se transforma en agresividad.
Otra parte de la población vulnerable, recordó la especialista de Cruz Roja, son las madres solteras, la tercera edad y las personas discapacitadas que dependen del apoyo comunitario.
Fuente: HOY
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