Las trincheras de Curupayty, recuperadas con las estacas de madera, como se hicieron hace 150 años. | Juan José Brull.
Las estacas puntiagudas contenían el avance de los enemigos. | Juan José Brull.
Por Andrés Colmán Gutiérrez - @andrescolman (UH)
"Han tenido que pasar 150 años para que podamos volver a ver a las trincheras de Curupayty como eran originalmente", dice la educadora humaiteña Vicenta Miranda Ojeda, mientras admira el trabajo de rescate y reconstrucción del histórico campo de batalla, en vísperas del sesquicentenario.
Un numeroso grupo de soldados y técnicos del Regimiento de Caballería 2 (RC2) de Ñeembucú, bajo la dirección del general Derlis Piris y la supervisión del intendente de Humaitá, Víctor Bordoli, se ha encargado de volver a cavar la larga zanja de 2.000 metros de longitud y de rellenarlas con puntiagudas estacas de madera, exactamente en el mismo lugar y de la misma manera en que se había hecho hace un siglo y medio bajo la conducción del general José Eduvigis Díaz.
"Ahora la gente va a poder ver cómo eran realmente las trincheras de nuestra más heroica batalla, el día en que 5.000 paraguayos vencieron a 20.000 invasores aliados, y que en tan escaso tiempo fueron capaces de construir una portentosa obra defensiva que no tiene parangón en la historia militar", destaca la profesora Vicenta, directora de un museo privado en Humaitá y una de las más fervientes defensoras de la recuperación de los sitios históricos en el Sur del país.
El 150° aniversario de la Batalla de Curupayty se cumple este jueves 22 de septiembre, pero el acto central de recordación se hará al día siguiente, el viernes 23, para que el presidente de la República, Horacio Cartes, pueda estar presente.
La ceremonia central incluirá un discurso del presidente Cartes frente al monumento principal en honor al general Díaz y a los combatientes de Curupayty, una recordación histórica de la batalla a cargo del historiador militar coronel Roberto Olmedo, la entrega de una corona de laureles y el descubrimiento de una placa recordatoria por los 150 años. La banda de músicos y el cuerpo de cadetes de la Academia Militar Mariscal Francisco Solano López interpretarán la Canción al Mariscal López y luego se ofrecerá un recorrido guiado por las trincheras y los sitios de combate.
"Quienes conocen este lugar se sorprenderán con los cambios que se han realizado. Un lugar que estaba prácticamente olvidado, al que resultaba muy difícil acceder en los años anteriores, hoy está totalmente limpio, con caminos mejorados, con las trincheras recuperadas y con nuevas instalaciones, realizadas en un 85% con recursos municipales", destaca Vicenta Miranda Ojeda.
Y lo más importante es que los trabajos continuarán, dotando al lugar de baños, quinchos y parrillas para que se convierta en un lugar turístico con todas las comodidades básicas.
"Es la promesa que tenemos de nuestras autoridades, principalmente del intendente de Humaitá, de que esto nunca más caiga en el olvido y se convierta en un sitio a donde la gente pueda acudir a rendir homenaje a los combatientes de Curupayty, nuestros héroes más victoriosos", relata la educadora.
Aquellas dos horas que resultarían eternas
El plano de la Batalla de Curupayty, recientemente agregado en el sitio histórico. | Juan José Brull.
"Amanhá descangalharei tudo isto en duas horas (Mañana destruiré todo eso en dos horas)", había asegurado el jefe de la Marina brasileña Joaquim Marques Lisboa, el almirante Tamandaré, el 21 de septiembre de 1866, en vísperas del ataque aliado contra el Fuerte de Curupayty.
Tras haber capturado de los paraguayos el Fuerte de Curuzú, en la batalla del 3 de septiembre de 1866, a orillas del río Paraguay, los aliados estaban seguros de que harían lo mismo con el de Curupayty, que se encontraba a unos 2 kilómetros del lugar, río arriba.
El ataque a Curupayty estaba previsto para el 17 de septiembre, pero las fuertes lluvias que cayeron, obligaron a posponer el operativo.
El presidente argentino Bartolomé Mitre asumió el comando de todas las tropas aliadas para atacar Curupayty, pensando que iba a ser una acción bélica rápida y fácil.
"Desayunaremos en Curupayty y cenaremos en Humaitá", era la consigna que corría entre los aliados.
La estrategia de Mitre y los aliados era bombardear primero las posiciones paraguayas con los 22 barcos de la Escuadra brasileña y luego dirigir un ataque frontal a bayoneta, simular una retirada para que los paraguayos salgan en persecución, para más tarde dar media vuelta y batirlos fuera de la fortaleza.
Pero los paraguayos tenían otra idea. Convencido de que una derrota en Curupayty significaría perder gran parte de la campaña bélica, el mariscal Francisco Solano López ordenó trazar un plan de defensa, en el que intervinieron el coronel inglés Jorge Thompson, el coronel húngaro Francisco Wisner de Morgenstern y el coronel húngaro Luis Federico Myszzowski.
Sobre este plan, López convocó a sus principales oficiales y les preguntó qué opinaban. Fue cuando el general José Eduvigis Díaz le dijo en guaraní: "Parece muy bueno en el papel, pero si construimos así las trincheras, no vamos a atajar a los kamba".
López le encargó entonces que dirija el operativo de construir las trincheras, adaptando los planos a su intuición y su sentido práctico.
Esa misma noche del 8 de septiembre, Díaz inició la construcción de las trincheras de Curupayty. Trabajando en turnos, los 5.000 hombres se pusieron a excavar túneles y zanjas, cortar árboles y preparar abatises.
La trinchera de 2.000 metros conectaba un terreno alto con la laguna Méndez. "Con la arena levantada se construía un ancho muro, detrás del cual se levantaron las plataformas de los cañones sobre una base de madera dura y montículos de tierra", destaca el historiador militar Hugo Mendoza, autor del libro Curupayty.
"Detrás de la línea de abatises se construyó un foso mortal, en cuyo lecho, estacas puntiagudas apuntaban hacia arriba. Este pozo tenía 3 metros de ancho por aproximadamente 2 metros de profundidad. Inmediatamente después venía el parapeto con abrigos para el personal como para las municiones. Frente a este parapeto el terreno fue cortado por zanjas y en el borde de ellas fueron acumulados troncos, raíces, espinas y todo material que pudiera obstaculizar la progresión enemiga", refiere Mendoza.
Una derrota catastrófica
Contra esa colosal obra de ingeniería bélica construida en menos de diez días se toparon los aliados cuando empezaron su ataque al amanecer del 22 de septiembre de 1866.
El bombardeo de los barcos brasileños contra las trincheras paraguayas duró casi cinco horas, en lugar de las dos horas que había prometido el almirante Tamandaré para terminar con todo, y no alcanzaron casi a dañar a los paraguayos porque el alto barranco y los muchos obstáculos visuales no les permitía a los brasileños ver a dónde apuntar. El fuego de los cañones iba para cualquier otro lado.
Cuando empezó el ataque por tierra, cerca del mediodía, con dos columnas argentinas y dos brasileñas, se encontraron con las estacas puntiagudas dentro de los fosos cubiertos de agua, con las murallas de abatises y con los soldados paraguayos muy bien protegidos en sus trincheras, haciendo blanco fácil contra el enemigo.
Los aliados "caían segados, de esta manera, por centenares. Retrocedían, horriblemente destrozados, se arremolinaban, recibían refuerzos y volvían a la carga, siempre con el mismo infortunado resultado", relata Mendoza.
Alrededor de las cuatro de la tarde, Mitre se convenció de que su ataque se había convertido en una catastrófica derrota, y ordenó la retirada. En el campo quedaban cerca de 5.000 cadáveres de soldados aliados, mientras las bajas entre los paraguayos no habían llegado a 100. Según Mendoza, "por cada paraguayo muerto, murieron aproximadamente 50 aliados".
El resultado de la batalla de Curupayty tuvo una trascendencia enorme: "en el orden militar, paralizó al Ejército de la Alianza, que demoró un año en recobrar el ánimo y reiniciar su actividad", según el historiador Hugo Mendoza.
La profesora Vicenta Miranda Ojeda, una de las mayores impulsoras del rescate de la historia de Curupayty y Humaitá, dice que hace 150 años "triunfó más que nada la fuerza moral y física de esos cinco mil soldados, que en tan escaso tiempo fueron capaces de construir una portentosa obra defensiva que no tiene parangón en la historia militar, sin desconocer el diseño que surgió como resultado de la tecnología y por supuesto el heroísmo de un oficial como lo fue el General Díaz, que aceptó el desafío con la certeza de no fracasar, asumiendo lo que implicaba si los resultados fueran adversos".
La profesora Vicenta hoy se siente reconfortada al ver que, por fin, el sitio histórico de la Batalla de Curupayty está siendo puesto en valor. "Hoy debemos honrar a nuestros soldados, a nuestros héroes, con el trabajo tesonero y honesto, sea cual fuere el lugar en que nos toque actuar", destaca, comprometiéndose a seguir trabajando para que las nuevas generaciones valoren en su justa medida lo que fue la gran epopeya de Curupayty.
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