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LA NOTICIA DESTACADA

De los archivos de Carmen Villalba: de clan familiar como base del EPP a reclutar indígenas

Asunción. 21/11/23.- De estar inicialmente conformado exclusivamente por clanes familiares, el EPP cambió el paradigma de reclutamiento para...

martes, 2 de febrero de 2016

El parricida de Luque

En enero de 2002, una noticia desde Luque conmociona al país. La policía encuentra los cuerpos de una pareja, uno enterrado en el patio de la casa y el otro en un tambor. El autor del crimen es el propio hijo, que hoy, 14 años después, dice arrepentirse.



Ricardo Constantino Villalba Patiño ingresó a la sala para hablar con la prensa con andar pausado y extendió la mano para el saludo de rigor, que cumple con suave presión. Flaco, bajo, habla tan despacio que es casi imposible vincular su imagen con la brutalidad con que se materializó el asesinato de sus padres: Castorina Patiño, ultimada de tres balazos y enterrada en su jardín, y Constantino Villalba, ejecutado de hachazos que le destrozaron el rostro y le cercenaron ambas piernas, antes de ser introducido en un tambor.

Pero es él. Hoy, con 36 años de edad y 14 después de aquel crimen (tenía 22 cuando cometió el doble asesinato) no tiene ninguna intención de ocultarlo. De hecho, hasta dijo que nada tenía que objetar a su condena de 24 años de reclusión, porque sabe que hizo algo “malo”. Luego, tal como hizo desde el primer día en que se lo detuvo, relató lo ocurrido aquel día.

No hay tristeza en su voz, ni rabia. Admitió el crimen sin vueltas, omitiendo los detalles macabros, casi como quien cuenta algo más bien rutinario. Pero se le nota sereno, casi en paz.

¿Lo habías planeado? le preguntamos y lo negó rotundamente. Alegó que lo hizo en un momento de rabia, cansado de los maltratos sufridos. Aseguró que él y su hermana menor soportaban a diario maltratos psicológicos y físicos y que ese día perdió el control, porque su padre había derramado agua caliente en el rostro de su hermana, lo cual le desfiguró la mitad del rostro.

Según su versión, momentos antes, la joven estaba cocinando con su madre, cuando se originó una discusión entre ambas a raíz de los constantes reclamos de la mujer, que al ser refutados por la joven, motivó la intervención del padre. “Ahí exploté” dijo Villalba, tras afirmar que reaccionó cuando su padre intentó impedir que llevara a su hermana al hospital.

Cuando le preguntamos por qué tomó la decisión de ocultar los cuerpos en vez de llamar a la Policía y explicar lo ocurrido, afirmó: “Tuve miedo”.

El 13 de enero del 2002, alrededor de las 02:00, vecinos de Luque pidieron auxilio a las autoridades, alarmados por disparos efectuados por dos jóvenes en la calle. La intervención a la casa de uno de los detenidos derivó en el hallazgo de dos cuerpos, uno enterrado en el jardín y otro oculto en un tambor.

Tras ser detenidos por los disparos, Ricardo Constantino Villalba Patiño, de 22 años, y su amigo Lorenzo Miranda fueron derivados a la comisaría local. En ese momento, los pobladores aprovecharon la intervención para alertar a los agentes acerca del olor nauseabundo que despedía la casa de Villalba, ubicada en Pantaleón García esquina Mariscal Estigarribia.

Alrededor del mediodía, regresó al lugar la comitiva policial, esta vez encabezada por el fiscal Francisco Vergara, para inspeccionar el domicilio de Villalba.

Una vez en el interior del inmueble, el fétido olor condujo a la pregunta obligada de los investigadores. “Le dije, cuando estaba dentro del inmueble, qué es lo que tenía tanto mal olor, y me respondió, fríamente, que mató a sus padres y los enterró porque se enteró de que era adoptivo”, relató a los medios de prensa el fiscal Francisco Vergara, al ser consultado al término de la intervención.

La escena observada era aterradora: En el patio, en el fondo de la casa, los agentes encontraron enterrada a la madre, Castorina Patiño de Villalba, de 41 años.

Los restos mortales de su esposo, Constantino Villalba, de 59 años, estaban depositados en un tambor, tapado con varios trapos. Tenía el rostro destrozado de un hachazo y las piernas amputadas con el mismo elemento. En la cama del matrimonio Villalba, el colchón impregnado de sangre se había dado vuelta.

“LES ENTERRÉ ACÁ EN EL JARDÍN”

“Primero mató de tres tiros a su madre y, a su padre le sorprendió en la cama con un hacha. Este último ataque criminal deducimos a partir de los rastros que hallamos dentro de la vivienda. Encontramos rastros de sangre impregnados en el colchón del señor Constantino. El autor dio vuelta el colchón para despistar”, explicó la ocasión un agente policial.

“Yo les maté y enterré porque me maltrataban y no me querían luego. Luego les enterré acá en el jardín”, declaró Villalba a los medios de prensa. En aquel entonces, alegó que el crimen fue el desenlace de una discusión derivada de la revelación de que era adoptado.

En el barrio Bella Vista todavía recuerdan a la pareja Villalba Patiño. Vecinos del lugar relataron que la mujer era una vecina muy particular, ya que se encargaba de darle de comer a todos los perros del vecindario. "Casi todos los días, cerca del mediodía, todos los perros se iban a la vereda de la señora para poder comer porque ella les daba siempre. Era una señora muy buena" recordó Magdalena González, vecina del barrio que todavía sigue viviendo en la zona. 

DATO CONTRADICTORIO

En la entrevista con la prensa, y a medida que explicaba lo ocurrido, Villalba soltó un dato que resulta contradictorio a su versión inicial. Dijo que su hermana había salido de la casa 15 días antes del crimen. “Cuando le dije lo que iba a hacer, se fue de la casa”, indicó, lo cual no coincide con el argumento de que el crimen haya sido consecuencia de un acto repentino.

Si se compara su declaración actual con la versión que dio inicialmente, encontramos que si bien en ambas ocasiones habla de maltrato, hoy descarta que la noticia de que era adoptado haya motivado la criminal acción. Según esta última versión, ya lo sabía con mucha anterioridad al día del crimen.

A medida que hablaba de lo ocurrido en enero del 2002, una suerte de tic nervioso lo hacía temblar de a ratos, delatando la tensión bajo la aparente calma. Sin embargo, se mostró muy seguro cuando habló de buscar reintegrarse a la sociedad.

En efecto, las autoridades del Penal de Tacumbú señalaron que el recluso Villalba Patiño tiene una conducta intachable. Prácticamente sin ninguna queja en su contra, su comportamiento dentro de la Penitenciaría no conoce de objeciones.

QUIERE VER A SU HIJA

Al hablar de su hija los nervios aflojaron y por primera vez se dibujó una sonrisa en su rostro.“Se llama J.; tiene 12 años”, dijo, tras comentar que cuando salga de la cárcel la va a buscar para recuperar el tiempo perdido, pues desde el 2003 nada sabe de ella. Comentó que la madre dejó de visitarlo –según dijo- por insistencia de sus padres desde aquel tiempo.

También dijo que recibe visitas de su hermana y de una tía, que le prometió que el día que salga en libertad revelara quién es su verdadera madre. “Yo no sé quién es, pero la quiero conocer. Sólo sé que vive en barrio Jara”, dijo.

Afirmó que cuando salga en libertad, pretende estudiar psicología, deseo que tenía antes de ser preso. “Yo estaba a punto de ingresar a la facultad cuando pasó todo”, recordó Ricardo.

Abc

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