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domingo, 7 de julio de 2013

Amenaza de una nueva estafa en Itaipú contra Paraguay

La información difundida acerca de la intención manifiesta del Gobierno brasileño de colocar en el mercado financiero internacional bonos por un monto equivalente a la deuda de Itaipú Binacional (casi 14.000 millones de dólares) supone otro gran riesgo para los intereses actuales y futuros de nuestro país, y una muestra más de la prepotencia y el poco apego de nuestro vecino y socio por los compromisos internacionales. 

Lamentablemente, del Brasil puede esperarse cualquier medida política o económica perjudicial para nosotros, si conviene a sus intereses. En las puertas de una nueva administración gubernamental, es preciso definir el estilo de relacionamiento que mantendremos con el vecino país en lo que concierne a Itaipú y sus conflictos.

La información difundida acerca de la intención manifiesta del Gobierno brasileño de colocar en el mercado financiero internacional bonos por un monto equivalente a la deuda de Itaipú Binacional (casi 14.000 millones de dólares) supone otro gran riesgo para los intereses actuales y futuros de nuestro país, y una muestra más de la prepotencia y el poco apego de nuestro vecino y socio por los compromisos internacionales.

A primera vista, la operación anunciada parece una maniobra destinada a paralizar los intentos paraguayos de exigir la renegociación del Tratado de Itaipú y a bloquear el progreso de cualquier iniciativa al respecto. Una vez colocados los bonos, nos dirán que no es posible renegociar nada porque tendrían que intervenir los tenedores o acreedores, o que estos se niegan a toda reducción de la deuda porque menoscaba sus intereses.

Lamentablemente, del Brasil puede esperarse cualquier medida política o económica perjudicial para nosotros, si conviene a sus intereses. Hasta este momento, los sucesivos gobiernos brasileños se han hecho los tontos ante los reclamos paraguayos; a veces sus voceros han lanzado comentarios despectivos, intentando dar a la opinión pública la impresión de que no tenemos ningún derecho a reclamar porque “el Paraguay no puso nada” en la obra, aserto repetido también aquí por sus personeros locales, y en última instancia apelan al principio de “pacta sunt servanda”, respuesta equivalente a “no tenemos nada de que hablar sobre el tema”.

El tratamiento que permanentemente da Brasil a Paraguay, en relación con Itaipú, es de grosera índole imperialista. Nos hace concesiones graciosas, que casi parecen limosnas, como la que gestionó Fernando Lugo ante Dilma Rousseff y que esta le otorgó como un “gesto amistoso” –no por reconocer ningún legítimo derecho paraguayo–, una especie de obsequio de un correligionario al otro, para apuntalar su prestigio político interno.

Lugo y los luguistas aprovecharon, en efecto, el gesto de Rousseff para promocionarse como los héroes que consiguieron que Brasil pague un poquito más por la energía que lleva de Itaipú a precio vil. Y el Brasil consiguió su objetivo, porque, a partir de entonces, dejaron de hablar de renegociación del Tratado, que es el asunto principal y que no debiera soslayarse, postergarse, ni aflojarse, por más regalos que ese país nos haga para que sigamos callados.

El Paraguay tiene argumentos sólidos y la verdad de los números de su lado para demostrar al mundo la actitud miserable y tramposa que el Brasil tiene para con nosotros, en relación con la explotación conjunta de la represa hidroeléctrica de la que somos copropietarios. Recientemente, el respetado economista estadounidense Jeffrey Sachs vino a enseñarnos, con toda sencillez y puntualidad, cómo hay que presentar el caso ante el mundo, para que la injusticia quede bien clara y cualquiera pueda entenderla.

El siguiente paso, pues, que tiene que dar el Paraguay, a través de todos los medios a su alcance, es poner en evidencia ante el mundo desarrollado a los gobiernos y políticos brasileños que manejan sus intereses nacionales con estilo colonialista, pisoteando los derechos de países más débiles y sin suficiente fuerza material para obligarlos a cumplir sus obligaciones y a respetar principios básicos de convivencia entre naciones civilizadas.

La única arma que los regímenes imperialistas temen es el descrédito público. Como de ordinario no se les puede enfrentar en otros terrenos, hay que hacerlo en este, empleando simultáneamente las gestiones diplomáticas y las acciones jurídicas que sean posibles, y apelando a la denuncia ética y a la publicidad, con la que estos atropellos deben ser puestos en conocimiento general. Por lo tanto, el reclamo debe hacerse en los foros internacionales creados para resolver las acciones torcidas de cualquier país contra terceros.

En las puertas de una nueva administración gubernamental, es preciso definir el estilo de relacionamiento que mantendremos con el Brasil en lo que concierne a Itaipú y sus conflictos, así como los métodos que emplearemos para ejercer una tenaz coacción moral sobre las actitudes de tono imperialista que esta potencia emplea displicentemente contra nosotros. Esta es una tarea prioritaria para nuestras autoridades.

Fuente: ABC

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