No existen palabras para describir la historia de esta pequeña, quien el 30 de agosto del año pasado, muy asustada, le comentó a su madre que tenía un sangrado en sus partes íntimas y mucho dolor. El primer lugar al que fueron madre e hija fue el hospital de Barrio Obrero. El dignostico, el peor, desgarros varios y la causa: una violación.
El caso pasó al Ministerio Público, donde los forenses se encontraron con más sorpresas desagradables. Las lesiones que presentaba la pequeña no eran recientes; había rastros de abusos que no eran recientes, lo que llevaba a un terrorífico escenario: la niña era sometida por su padre y su tío desde hacía mucho tiempo.
Sin embargo, las malas noticias parecían no tener fin. Como se hace en estos casos, la víctima fue sometida a varios estudios, entres estos el test de Elisa, que detecta el VIH, el virus causante del sida, y el resultado del mismo fue el peor. Los abusadores de la menor le contagiaron el mortal virus. El mal ocasionado ya escapa a los mandatos judiciales; no existe condena o pena que le devuelva a la menor la salud que le arrebataron junto a su dignidad.
El juez Óscar Delgado fijó para el 22 de julio el inicio del juicio oral y público donde el padre y el tío de la niña deben afrontar los cargos de abuso sexual en niños, maltrato de niños y adolescentes bajo tutela y violación del deber del cuidado o educación. Entretanto, la madre de la pequeña también está procesada por violación del deber del cuidado o educación en grado de autoría.
Al margen de lo judicial, una vida inocente, la de una niña de 7 años, quedó destruida y marcada con un terrible mal que sus violadores le transmitieron. Hoy, la pequeña vive en un albergue donde es tratada contra el virus. Ese calor familiar que nunca tuvo lo encuentra con sus nuevo "hermanitos". Su rutina de juegos se combina con las fuertes drogas que debe ingerir a diario. Tal vez ella no dimensiona su situación, pero al menos está lejos de los vejámenes a los que por mucho tiempo fue sometida.
El abuso, la perversión depravada de su propio padre y su tío hoy ponen en una situación irreversible a una menor que a sus cortos 7 años ya sufrió todo tipo de horrores. Su agresores sexuales, en el mejor de los casos, podrían ser condenados, pero ella ya lleva la pena de muerte en su ser mismo.
Abc
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