Mucho dolor. Óscar Ojeda, esposo de una de las víctimas, es contenido por una familiar.
Por Noelia Duarte Solís
NARANJAL, ALTO PARANÁ
El homicidio de una madre y sus dos hijas, ocurrido el pasado viernes en la colonia San Alfredo, distrito de Naranjal, al Sur del Alto Paraná, tiene tinte de un ajuste de cuentas, según la óptica de los investigadores de la Policía Nacional.
La violencia con la que actuaron contra las mujeres les hace presumir que todas conocían a los autores del crimen. El hecho cambió el ritmo de la tranquila comunidad de agricultores.
El comisario Pedro Flores, jefe de la comisaría jurisdiccional, dijo que Hildor Jaster (padre y esposo de las fallecidas) junto con su yerno Óscar Luciano Ojeda, no dieron datos que puedan servir para avanzar en la investigación, pero que con los elementos cotejados en la escena del crimen sostienen que no se accionó con tanta saña solamente para robar una camioneta.
La Policía supo del caso el sábado a las 18.30 y luego de revisar la casa encontraron a Francielle Jaster Adiers (23) en el pasillo, ensangrentada, sin signos de vida. La mujer recibió 13 puñaladas.
En la habitación, con medio cuerpo en la cama, fue encontrada Wali Adiers Jaster (46) en quien contabilizaron 16 puñaladas. Luego en la parte trasera de la vivienda, donde tienen un tambo, hallaron a Andresa Jaster Adiers (17) con 6 estocadas en el cuerpo.
Al llegar a la casa, la Policía escuchó ruidos en la pieza, luego de ingresar se toparon con una niña de 4 años, hija de Francielle, que fue atada a una de las camas, en una habitación contigua. No tiene rastros de violencia y fue entregada luego a sus parientes.
De acuerdo a la rigidez cadavérica de los cuerpos, los intervinientes presumen que la niña estuvo 24 horas junto a los cuerpos de su madre y su abuela, sin poder salir para pedir ayuda a algún vecino.
En la pieza de Wali revolvieron todo y probablemente la mujer intentó resistirse al ataque, ya que fue la que recibió más heridas.
En todas las dependencias de la casa, los enseres estaban esparcidos, revelando que los malvivientes buscaban también objetos de valor o dinero, según la Policía. Lo que robaron fue una Kia Sorento, 2008, y tanto Jaster como Ojeda indicaron que las mujeres se mantenían con la venta de leche y sus derivados, porque ambos trabajan cultivando soja en Santa Teresa, Departamento de Caaguazú.
UH
Por Noelia Duarte Solís
NARANJAL, ALTO PARANÁ
El homicidio de una madre y sus dos hijas, ocurrido el pasado viernes en la colonia San Alfredo, distrito de Naranjal, al Sur del Alto Paraná, tiene tinte de un ajuste de cuentas, según la óptica de los investigadores de la Policía Nacional.
La violencia con la que actuaron contra las mujeres les hace presumir que todas conocían a los autores del crimen. El hecho cambió el ritmo de la tranquila comunidad de agricultores.
El comisario Pedro Flores, jefe de la comisaría jurisdiccional, dijo que Hildor Jaster (padre y esposo de las fallecidas) junto con su yerno Óscar Luciano Ojeda, no dieron datos que puedan servir para avanzar en la investigación, pero que con los elementos cotejados en la escena del crimen sostienen que no se accionó con tanta saña solamente para robar una camioneta.
La Policía supo del caso el sábado a las 18.30 y luego de revisar la casa encontraron a Francielle Jaster Adiers (23) en el pasillo, ensangrentada, sin signos de vida. La mujer recibió 13 puñaladas.
En la habitación, con medio cuerpo en la cama, fue encontrada Wali Adiers Jaster (46) en quien contabilizaron 16 puñaladas. Luego en la parte trasera de la vivienda, donde tienen un tambo, hallaron a Andresa Jaster Adiers (17) con 6 estocadas en el cuerpo.
Al llegar a la casa, la Policía escuchó ruidos en la pieza, luego de ingresar se toparon con una niña de 4 años, hija de Francielle, que fue atada a una de las camas, en una habitación contigua. No tiene rastros de violencia y fue entregada luego a sus parientes.
De acuerdo a la rigidez cadavérica de los cuerpos, los intervinientes presumen que la niña estuvo 24 horas junto a los cuerpos de su madre y su abuela, sin poder salir para pedir ayuda a algún vecino.
En la pieza de Wali revolvieron todo y probablemente la mujer intentó resistirse al ataque, ya que fue la que recibió más heridas.
En todas las dependencias de la casa, los enseres estaban esparcidos, revelando que los malvivientes buscaban también objetos de valor o dinero, según la Policía. Lo que robaron fue una Kia Sorento, 2008, y tanto Jaster como Ojeda indicaron que las mujeres se mantenían con la venta de leche y sus derivados, porque ambos trabajan cultivando soja en Santa Teresa, Departamento de Caaguazú.
UH
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