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Dos de ellas, Modesta Sosa, de 58 años, y Lucía Martínez, de 64, viajaron esta semana desde la recóndita localidad de Vallemí, en la región del Chaco, hasta Asunción para participar en la Feria de las Lenguas del Paraguay, un evento que reflejó la diversidad lingüística de la nación.
Allí, entre profesores, académicos, funcionarios de política lingüística y hablantes de los 20 idiomas nativos de Paraguay, ambas llegaron para aportar el misterio de la que es su lengua materna. Según expresaron a Efe, ésta fue difuminándose tras la instalación el siglo pasado de una importante planta de cemento en Vallemí que dio empleo a muchos nativos guaná de la zona.
Por contra debieron familiarizarse con el guaraní, la segunda lengua oficial de Paraguay, junto al español, que fue empleada como lengua franca en la cementera y acabó apartando más al guaná. Pero lo que las ancianas no recuerdan es cómo llegaron a convertirse en las únicas depositarias de una lengua que de pronto ya nadie de los cerca de 200 nativos guaná repartidos en el área comprendía.
“La culpa es de los padres que no hablaron a sus hijos en guaná. Yo les digo a mis hijos y nietos que no usen el español ni el guaraní, porque esas lenguas no son las nuestras. Que prueben ahora a hablar en guaná”, contó Martínez. En su empeño por salvar de la extinción su ancestral idioma, las cuatro “abuelas guaná”, como las llaman en su comunidad, comenzaron a enseñar su lengua a niños y adultos en la escuela local cada fin de semana.
No es una tarea sencilla, ya que ambas son analfabetas y además el guaná, que pertenece a la familia lingüística maskoy, es una lengua ágrafa, que se emplea solamente de manera oral y no posee un código escrito.
Sin embargo, lo están logrando junto a Ceferina Cuéllar, una de las maestras que ayuda a los alumnos de la escuela a transcribir las palabras que las abuelas transmiten, conscientes de que están dejando un legado que les pervivirá en el tiempo. Un sencillo cuaderno escolar actúa casi como la “piedra de Rosetta” de la lengua guaná: en él figuran los vocablos del idioma amenazado y su traducción al castellano y al guaraní.
“Tenemos las palabras que hablan sobre las partes del cuerpo, los colores, los cubiertos, las provisiones, los animales, los utensilios y herramientas, los números o los saludos diferentes a cada hora del día”, relató a Efe la maestra. Cuéllar, que ejerce como docente desde hace doce años, explicó que los niños son la esperanza de la lengua guaná, porque su capacidad para aprender nuevos idiomas es superior a la de los adultos.
La propia nieta de Sosa, de tres años de edad, sorprendió un día a su abuela hablándole en guaná para pedirle un vaso de agua. “Me dio una alegría enorme, casi me hizo llorar escucharla hablar en mi idioma”, recordó la anciana con emoción.
Las dos mujeres confesaron que se sienten “orgullosas” de servir como testimonio vivo de su lengua, y aseguraron que nunca padecieron discriminación por seguir utilizándola. Como se ha recordado en la Feria de Lenguas del Paraguay, el riesgo de desaparición no sólo afecta al idioma guaná, sino también a las lenguas de los sanapaná, los manjuí o lamnana, los angaité y los tomaraho. Todos estos pueblos indígenas de Paraguay se han erigido como núcleos de resistencia que, siguiendo el ejemplo de Modesta y Lucía, luchan para evitar que su lengua, y con ella su visión del mundo, queden enterradas en el olvido.
Abc
Yo les digo a mis hijos y nietos que no usen el español ni el guaraní, porque esas lenguas no son las nuestras. Que prueben ahora a hablar en guaná”
Dos de ellas, Modesta Sosa, de 58 años, y Lucía Martínez, de 64, viajaron esta semana desde la recóndita localidad de Vallemí, en la región del Chaco, hasta Asunción para participar en la Feria de las Lenguas del Paraguay, un evento que reflejó la diversidad lingüística de la nación.
Allí, entre profesores, académicos, funcionarios de política lingüística y hablantes de los 20 idiomas nativos de Paraguay, ambas llegaron para aportar el misterio de la que es su lengua materna. Según expresaron a Efe, ésta fue difuminándose tras la instalación el siglo pasado de una importante planta de cemento en Vallemí que dio empleo a muchos nativos guaná de la zona.
Por contra debieron familiarizarse con el guaraní, la segunda lengua oficial de Paraguay, junto al español, que fue empleada como lengua franca en la cementera y acabó apartando más al guaná. Pero lo que las ancianas no recuerdan es cómo llegaron a convertirse en las únicas depositarias de una lengua que de pronto ya nadie de los cerca de 200 nativos guaná repartidos en el área comprendía.
“La culpa es de los padres que no hablaron a sus hijos en guaná. Yo les digo a mis hijos y nietos que no usen el español ni el guaraní, porque esas lenguas no son las nuestras. Que prueben ahora a hablar en guaná”, contó Martínez. En su empeño por salvar de la extinción su ancestral idioma, las cuatro “abuelas guaná”, como las llaman en su comunidad, comenzaron a enseñar su lengua a niños y adultos en la escuela local cada fin de semana.
No es una tarea sencilla, ya que ambas son analfabetas y además el guaná, que pertenece a la familia lingüística maskoy, es una lengua ágrafa, que se emplea solamente de manera oral y no posee un código escrito.
Sin embargo, lo están logrando junto a Ceferina Cuéllar, una de las maestras que ayuda a los alumnos de la escuela a transcribir las palabras que las abuelas transmiten, conscientes de que están dejando un legado que les pervivirá en el tiempo. Un sencillo cuaderno escolar actúa casi como la “piedra de Rosetta” de la lengua guaná: en él figuran los vocablos del idioma amenazado y su traducción al castellano y al guaraní.
“Tenemos las palabras que hablan sobre las partes del cuerpo, los colores, los cubiertos, las provisiones, los animales, los utensilios y herramientas, los números o los saludos diferentes a cada hora del día”, relató a Efe la maestra. Cuéllar, que ejerce como docente desde hace doce años, explicó que los niños son la esperanza de la lengua guaná, porque su capacidad para aprender nuevos idiomas es superior a la de los adultos.
La propia nieta de Sosa, de tres años de edad, sorprendió un día a su abuela hablándole en guaná para pedirle un vaso de agua. “Me dio una alegría enorme, casi me hizo llorar escucharla hablar en mi idioma”, recordó la anciana con emoción.
Las dos mujeres confesaron que se sienten “orgullosas” de servir como testimonio vivo de su lengua, y aseguraron que nunca padecieron discriminación por seguir utilizándola. Como se ha recordado en la Feria de Lenguas del Paraguay, el riesgo de desaparición no sólo afecta al idioma guaná, sino también a las lenguas de los sanapaná, los manjuí o lamnana, los angaité y los tomaraho. Todos estos pueblos indígenas de Paraguay se han erigido como núcleos de resistencia que, siguiendo el ejemplo de Modesta y Lucía, luchan para evitar que su lengua, y con ella su visión del mundo, queden enterradas en el olvido.
Abc
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